La Kukis, como la llamaba mi mamá, nació el 25 de marzo de 2001. Su raza es Pequi-Poo (mezcla de pequinés y french poodle). Bella, como ella sola. Mi madre la adoraba, y cuando hablábamos solía referirse a ella como "tu hermana". "Tuve que llevar a tu hermana al veterinario, porque estaba haciendo muy poquito pipí, y resulta que el médico me dijo que tiene un problema en los riñones".


La verdad, hasta ese momento nunca conocí a alguien que se fijara en la cantidad de pis que hacía un perro. Pero mi madre era muy especial y la Kukis, era su consentida; así que se preocupaba por ella, tanto como por nosotros.

En esta foto de la izquierda, La Kuki tendría más o menos un mes. La historia de su llegada a la casa, fue bastante simpática porque la fraguamos entre Rony y yo. Recuerdo que ese año mi mamá y yo habíamos ido a visitar a la tía Veva en Connecticut. Mi madre ya nos había advertido que no iba a tener más perros (luego de una experiencia bastante traumática con el anterior).

Pero como sabía cuanto ella disfrutaba de la compañía canina, decidí enviarle un email a Rony para que se encargara de encontrar un perrito juguetón. Luego de ver muchos perros y volverme loca con muchos emails, Rony había encontrado el perro perfecto. El único problema, me dijo, era que había encontrado una hembra... como si ese fuese un problema.

Esto fue en las montañas de Chicá en Panamá en 2004

Mi mamá nunca había tenido una perrita, esta sería la primera. Y como por ese entonces yo tenía la mala costumbre de llamar a la gente Kuki, cuando no me acordaba de sus nombres, mi madre decidió ponerle Kuki Franco.

Al principio la relación entre ambas no fue del todo buena. Un día Rony llegó a la casa, y encontró a mi mamá llorando. Lloraba porque estaba harta de limpiar todo el tiempo y la Kuki no terminaba de aprender buenos modales. Rony le dijo que la regalara, porque no se suponía que la agobiara de esa forma. Pero mi mamá le respondió: "¿Cómo se te ocurre que la voy a regalar, si me la dieron mis hijos?".

Luego de unos seis meses, por fin, mi mamá comenzó a disfrutar de su nueva hija. Kuki aprendió lo que tenía que aprender y se volvieron inseparables. Un día mi mamá me llamó maravillada por lo inteligente que era la Kukita. "Te juro que un día me va a hablar", me decía. Cuando mi mamá venía de vacaciones a

Miami

, la Kuki no quedaba desamparada. Mi madre tenía amigas de oro que siempre se encargaban de ella. Primero fue la amiga Silvia y luego la amiga Elvia.


En la actualidad, la Kuki vive con la amiga Elvia. A ella y a su familia, le agradezco desde el fondo de mi corazón que decidieran quedarse con ella. Mi mamá siempre me decía que con Elvia, la Kukis estaba en un "hotel 5 estrellas".
Y estoy segura de que mi mamá se hubiera sentido muy feliz sabiendo que Elvia cuidaría de su otra "hija". En nombre de mi mamá, gracias Elvia.